DEL TOMATE
Soy psicóloga y trabajo con deportistas. Hace un tiempo
mientras trabajaba en “mi huerta” (léase algunas plantas de zapallo, menta y
tomates) pensaba todo lo que puede ayudarte la huerta para pensar el deporte y
sus resultados. Hoy, voy a escribir sobre mi tomate piletero. Sobre mi planta
de tomate traída de la pileta del club.
En el verano, acostumbro a ir a nadar todos los
días (todos los días que puedo hacerlo) a la pileta del club. Esto consta de
dos rutinas. Una al mediodía, sola o con mi hijo. Y otra a la tarde con mi
marido. En cada una de ellas ocupo diferentes lugares del solárium. Al mediodía
voy a un extremo del solárium que tiene mucha sombra y me ampara del fuerte sol
y de las temperaturas elevadas. Por la tarde, todo lo contrario, tomo mates después
de nadar, en el otro extremo del solárium donde puedo apreciar la caída del sol
y los teros en la isla de la pile.
Ahí, justo ahí, encontré la incipiente plantita
de tomates. Con la congoja de terminar la temporada prematuramente, nunca
sabemos por qué cierran tan rápido la pile, disfrutábamos los últimos mates de
la temporada cuando reparé que un yuyo que crecía entre las baldosas de la
pile, no era tal, sino una pequeña plantita de tomates. Estaba entre la pared
del banco de hormigón, donde nos sentamos a tomar matear y la primera fila de
baldosas. Ahí, donde le obsequié los sándwiches a la mujer que devolvió mis
anteojos de sol. Ahí fue donde tuve el primer dilema. ¿La sacaba y me la
llevaba a casa? ¿O la dejaba ahí? Ya no iban a pasar los encargados de
mantenimiento, ¿Cuánto viviría? Si yo me la llevaba las chances de sobrevida
tampoco eran muchas. Las veces que trasplanté plantitas de tomates no tuve
mucha suerte. Ya en el último día de pile había que tomar una decisión y decidí
llevármela. Con delicadeza la saqué de su hábitat, la puse en el vaso del
termo, en la matera y la traje a casa. No recuerdo el momento exacto en que la
planté ni cómo. Si sé que su destino indiscutible era contra la pared de la
cocina, lugar que tiene mucho sol y a la vez reparo en el invierno. Entre la
albahaca y las plantas de tomates Cherry. Y ahí empezó el cuidado de la bella
plantita. Empezaba marzo. No era época de tener un tomate tan joven. Pasó el
otoño y la plantita tiraba alguna que otra hoja y se ponía esbelta. Llegó el
invierno, y hubo que hacerle un reparo, “un techo”, con unos palos y un nylon
grande le hicimos un cobertizo para que pasara el invierno. La planta crecía y
crecía en alto y en cantidad de tallos. Tanto
que hubo que conseguir palos más largos para levantar el techo de nylon así los
nuevos brotes no rozaban el techo. Tanto creció que dio un tomate fuera de
época. Redondo, achatado, contundente. Llegaron los primeros calores y el
trabajo era sacarle el nylon de día y ponérselos en las noches. Aún en noches
que no daban ganas de salir al frío para cubrirla, hubo que salir para que todo
siguiera adelante. Cuando las temperaturas gélidas se fueron y se establecieron
temperaturas más templadas sacamos el nylon para siempre. Aparecieron más
flores, flores que no se secaban y se expandían hasta el extremo y cuando caían
dejaban un hermosa, redonda y contundente bolita de tomate verde. Fue
maravilloso descubrir en cada regada un racimo nuevo. Tuvimos racimos de hasta
9 frutos (que había que atar para que no doblegaran a los tallos). El sol y el
agua aceleraron los procesos y empezamos a recolectar y saborear el fruto de
nuestro cuidado. Pero con ello no terminó el cuidado de la planta. Con la
desaparición del nylon y el coloreo del fruto también apareció la posibilidad
de que los pajaritos los picotearan.
Te preguntarás qué tiene que ver con el
deporte.
Tiene que ver con las distintas etapas que
tiene cualquier proceso. Hay que darle tiempo a cada una de ellas y no
apresurarse con pasar a la siguiente si no se han adquirido cumplimentado los
requisitos pertinentes.
Tiene que ver con mantener la constancia en hacer
un trabajo diario, rutinario y comprometido todos los días.
Tiene que ver con mantener viva tu motivación,
aunque la etapa que estés transitando no sea la más fructífera.
Con estar presente, enfocado y observar los
cambios, los desafíos y los obstáculos que hay que sortear siempre. Las
amenazas que siempre están presentes, te encuentres en el nivel que te
encuentres.
Tiene que ver que a veces ponés todo el empeño
y las cosas no salen como las planificás. Y otras veces o a otras personas le
salen “de casualidad” y hay que poder aceptar las circunstancias y no enojarse
por eso.
Hoy (noviembre de 2022) la planta de tomate da
flores que no cuajan en frutos. Nicolás dice que las golpeé tres veces,
(uniendo el dedo mayor con el pulgar y liberándolo de repente) y que la riegue
más. Tal vez mi plantita piletera esté pasando por una etapa sin frutos y
pegará un estirón o tal vez esté llegando a su fin y entonces habrá que disfrutar
de sus últimos frutos y empezar un nuevo proceso con las semillas que guardé.
Aunque no hubiera dado frutos o no hubiera dado
tantos tomates como los que dio, fue cautivante verla crecer desde sus frágiles
y vellosos 10 cm al más de metro setenta que mide hoy. Fue estimulante sortear
con los medios a mi alcance los obstáculos que se presentaron y disfrutar de su
paulatino proceso de crecimiento y sorprenderme con cada ramillete de flores y
el milagro de esos bellos frutos redondos verdes. Agradecida por ello.
Acepta el desafío. Aprecia el proceso en el que
estás. Cuida tu tesoro. Observa los cambios y actúa en consecuencia.
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