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jueves, 1 de diciembre de 2022

 

DEL TOMATE

 

Soy psicóloga y trabajo con deportistas. Hace un tiempo mientras trabajaba en “mi huerta” (léase algunas plantas de zapallo, menta y tomates) pensaba todo lo que puede ayudarte la huerta para pensar el deporte y sus resultados. Hoy, voy a escribir sobre mi tomate piletero. Sobre mi planta de tomate traída de la pileta del club.

En el verano, acostumbro a ir a nadar todos los días (todos los días que puedo hacerlo) a la pileta del club. Esto consta de dos rutinas. Una al mediodía, sola o con mi hijo. Y otra a la tarde con mi marido. En cada una de ellas ocupo diferentes lugares del solárium. Al mediodía voy a un extremo del solárium que tiene mucha sombra y me ampara del fuerte sol y de las temperaturas elevadas. Por la tarde, todo lo contrario, tomo mates después de nadar, en el otro extremo del solárium donde puedo apreciar la caída del sol y los teros en la isla de la pile.

Ahí, justo ahí, encontré la incipiente plantita de tomates. Con la congoja de terminar la temporada prematuramente, nunca sabemos por qué cierran tan rápido la pile, disfrutábamos los últimos mates de la temporada cuando reparé que un yuyo que crecía entre las baldosas de la pile, no era tal, sino una pequeña plantita de tomates. Estaba entre la pared del banco de hormigón, donde nos sentamos a tomar matear y la primera fila de baldosas. Ahí, donde le obsequié los sándwiches a la mujer que devolvió mis anteojos de sol. Ahí fue donde tuve el primer dilema. ¿La sacaba y me la llevaba a casa? ¿O la dejaba ahí? Ya no iban a pasar los encargados de mantenimiento, ¿Cuánto viviría? Si yo me la llevaba las chances de sobrevida tampoco eran muchas. Las veces que trasplanté plantitas de tomates no tuve mucha suerte. Ya en el último día de pile había que tomar una decisión y decidí llevármela. Con delicadeza la saqué de su hábitat, la puse en el vaso del termo, en la matera y la traje a casa. No recuerdo el momento exacto en que la planté ni cómo. Si sé que su destino indiscutible era contra la pared de la cocina, lugar que tiene mucho sol y a la vez reparo en el invierno. Entre la albahaca y las plantas de tomates Cherry. Y ahí empezó el cuidado de la bella plantita. Empezaba marzo. No era época de tener un tomate tan joven. Pasó el otoño y la plantita tiraba alguna que otra hoja y se ponía esbelta. Llegó el invierno, y hubo que hacerle un reparo, “un techo”, con unos palos y un nylon grande le hicimos un cobertizo para que pasara el invierno. La planta crecía y crecía en alto y en cantidad de tallos.  Tanto que hubo que conseguir palos más largos para levantar el techo de nylon así los nuevos brotes no rozaban el techo. Tanto creció que dio un tomate fuera de época. Redondo, achatado, contundente. Llegaron los primeros calores y el trabajo era sacarle el nylon de día y ponérselos en las noches. Aún en noches que no daban ganas de salir al frío para cubrirla, hubo que salir para que todo siguiera adelante. Cuando las temperaturas gélidas se fueron y se establecieron temperaturas más templadas sacamos el nylon para siempre. Aparecieron más flores, flores que no se secaban y se expandían hasta el extremo y cuando caían dejaban un hermosa, redonda y contundente bolita de tomate verde. Fue maravilloso descubrir en cada regada un racimo nuevo. Tuvimos racimos de hasta 9 frutos (que había que atar para que no doblegaran a los tallos). El sol y el agua aceleraron los procesos y empezamos a recolectar y saborear el fruto de nuestro cuidado. Pero con ello no terminó el cuidado de la planta. Con la desaparición del nylon y el coloreo del fruto también apareció la posibilidad de que los pajaritos los picotearan.

Te preguntarás qué tiene que ver con el deporte.

Tiene que ver con las distintas etapas que tiene cualquier proceso. Hay que darle tiempo a cada una de ellas y no apresurarse con pasar a la siguiente si no se han adquirido cumplimentado los requisitos pertinentes.

Tiene que ver con mantener la constancia en hacer un trabajo diario, rutinario y comprometido todos los días.

Tiene que ver con mantener viva tu motivación, aunque la etapa que estés transitando no sea la más fructífera.

Con estar presente, enfocado y observar los cambios, los desafíos y los obstáculos que hay que sortear siempre. Las amenazas que siempre están presentes, te encuentres en el nivel que te encuentres.

Tiene que ver que a veces ponés todo el empeño y las cosas no salen como las planificás. Y otras veces o a otras personas le salen “de casualidad” y hay que poder aceptar las circunstancias y no enojarse por eso.

Hoy (noviembre de 2022) la planta de tomate da flores que no cuajan en frutos. Nicolás dice que las golpeé tres veces, (uniendo el dedo mayor con el pulgar y liberándolo de repente) y que la riegue más. Tal vez mi plantita piletera esté pasando por una etapa sin frutos y pegará un estirón o tal vez esté llegando a su fin y entonces habrá que disfrutar de sus últimos frutos y empezar un nuevo proceso con las semillas que guardé.

Aunque no hubiera dado frutos o no hubiera dado tantos tomates como los que dio, fue cautivante verla crecer desde sus frágiles y vellosos 10 cm al más de metro setenta que mide hoy. Fue estimulante sortear con los medios a mi alcance los obstáculos que se presentaron y disfrutar de su paulatino proceso de crecimiento y sorprenderme con cada ramillete de flores y el milagro de esos bellos frutos redondos verdes.  Agradecida por ello.

Acepta el desafío. Aprecia el proceso en el que estás. Cuida tu tesoro. Observa los cambios y actúa en consecuencia.

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