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lunes, 2 de junio de 2014










“Errare humanum est, Perseverare diabolicum”
(Errar es humano, caer en el mismo error diabólico)

 (Lucio Anneo Séneca)



Se trata de la final del Torneo de Tenis de Queens. David Nalbandian (39) iba un set arriba contra Marin Cilic (18). Estaban jugando el segundo set, iban 3 iguales, Nalbandian al saque, y cuando iban 15 – 40,  al perder Nalbandian el punto y por ende su saque, reacciona como se ve en el video.

Recorté esta situación para ejemplificar la inadecuada descarga de la tensión, que puede darse tanto en el deporte de iniciación como, en este caso, en el ámbito del deporte profesional cuando no se trabajan los aspectos psicológicos en forma metódica y constante.
La agonística del deporte tiene dos aspectos, la descarga de agresión y la rivalidad. En relación al primer aspecto, al jugar un partido o participar en una competencia se descarga tensión a la vez que las tendencias a dominar, apropiarse y destruir ven posibilitada su realización dentro del marco de las reglas de juego de cada deporte y del objetivo del mismo.
En esos avatares, sentir o tener presión es algo habitual en los deportistas y más aún en aquellos que se dedican al alto rendimiento. La diferencia fundamental está en qué pueden hacer unos y otros con ella.
La presión puede experimentarse tanto a nivel psíquico como en el plano motor. En lo psíquico se presenta como exceso de carga, intimidación u obstáculo mayúsculo a superar. Mientras que en lo motor se observan contracciones involuntarias permanentes de los músculos de una parte del cuerpo que provocan la aparición sistemática de errores, torpezas, fallas de cálculo, en el timing y pueden influir en la aparición de lesiones.
En otra oportunidad (*) hablamos sobre el significado de las respuestas de enojo, como el modo que encuentran los deportistas para sobrellevar mejor los nervios de la competencia y sentir que controlan la situación. Entre el miedo y el enojo, prefieren quedarse con éste último porque sienten que les da la chance de “cierto manejo”. Podemos agregar que cuando estas respuestas no son cortadas de raíz, cuando aparecen una y otra vez, si no se les muestra al jugador que es sólo UNA de las respuestas posibles, y no LA RESPUESTA y que además es inadecuada, aumentan su intensidad y se  transforman en patrones de conducta, en hábitos que con el correr del tiempo son muy difíciles de modificar.

¿Qué puede hacer el psicólogo deportivo ante estas situaciones?
- Señalar que esa respuesta de enojo es una de las tantas posibles y que por lo general es improcedente.
- Familiarizar a los deportistas con los sentimientos que pueden surgir a lo largo de la competencia, que algunos favorecen su rendimiento y otros lo obstaculizan.
- Trabajar en la diferenciación de los aspectos controlables e incontrolables de toda competencia. Incentivar a los atletas a focalizar toda su energía en lo que se puede controlar (sus pensamientos, su diálogo interior, su actitud, seguir un patrón de juego preestablecido, etc.)
- Habituar al atleta en que la presión siempre estará presente en toda competencia, identificar qué escenas lo vuelven vulnerable y luego desarrollar un abanico de técnicas que le permitan desempeñarse al máximo en esas condiciones.
Por ello es ideal que el psicólogo integre el cuerpo técnico y trabaje in situ con los deportistas, “en cancha” para poder intervenir en el “aquí y ahora”, cuando estos desajustes ocurren. El objetivo de este proceso es la incorporación de habilidades psicológicas por parte del atleta para que mejore o mantenga su rendimiento como así también su calidad de vida.
Para finalizar y retomando el epígrafe, incrementar el entrenamiento técnico-físico para superar respuestas emocionales desacertadas es sólo perseverar en el error.

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