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miércoles, 16 de diciembre de 2020

El HÁBITO TE HACE MONJE


  “Al día siguiente el Principito regresó.
Hubiese sido mejor regresar a la misma hora
– dijo el zorro. –
Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde,
ya desde las tres comenzaré a estar feliz.
Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré.
Al llegar las cuatro, me agitaré y me inquietaré;
descubriré el precio de la felicidad!
Pero si vienes en cualquier momento,
nunca sabré a qué hora preparar mi corazón...
Es bueno que haya ritos.”
El Principito –Antoine de Saint Exupéry

 




“Habíamos previsto que saldríamos para la cumbre hacia las doce de la noche, con la idea de tener tiempo más que suficiente para subir a la cima y bajar luego sin problemas. Pero antes de acostarme empecé a preparar el material para el día siguiente, algo que resulta muy conveniente porque, como he dicho, toda operación lleva mucho tiempo y requiere mucha concentración a aquella altura, y es mejor hacer las cosas con la mayor antelación posible. Además ya por aquel entonces había comenzado a desarrollar mis pequeñas "manías", que luego he sofisticado todavía más y que me gusta respetar, porque pienso que me dan serenidad y me infunden la sensación de que lo tengo todo bajo control. Desde aquella ocasión en el Everest tengo mis rituales, y cada vez que me preparo para una ascensión a la cumbre comienzo por organizar la mochila que me voy a llevar. Siempre llevo una camiseta blanca que me regaló Silvio y que ha ascendido a los catorce ochomiles conmigo, y que no me pongo en toda la ascensión, únicamente el día del ataque a la cima. También tengo una serie de estampitas que mi abuela me ha ido dando cada vez que he ascendido a una montaña de 8.000 metros. Mi abuela siempre dijo que no quería morirse hasta que yo terminara los catorce, y, en efecto, me ha visto hacerlo. Las estampitas han estado hasta ese día en la mochila, pero entonces, cuando vamos a atacar la cumbre, las pongo dentro de una bolsa de plástico cerrada herméticamente y las llevo conmigo en el «buzo», el equipamiento que llevamos para escalar. También me preparo los calcetines, siempre limpios, siempre nuevos, para estrenar. Los agarro el día anterior y cuando me acuesto los aprieto contra el pecho para que estén calentitos, y en el último momento me quito los viejos y me pongo los nuevos. Éste es mi ritual antes de la cumbre. Y, en efecto, puedo decir que lo he hecho cada vez que he ascendido una montaña de 8.000 metros, porque ya en aquella ocasión lo hice de cabo a rabo (sólo que el "sobre" de las estampitas ha ido creciendo con los años y con las cumbres conquistadas). Y no es que sea supersticiosa. Muchos deportistas tienen sus pequeñas manías: entrar en el campo con el pie izquierdo, santiguarse tres veces antes de empezar un partido, llevar alguna prenda o pulsera... Todo me parece respetable, son pequeños "amuletos" a los que te aferras. En mi caso, pienso que toda la serie de pasos que doy cada vez contribuyen a tranquilizarme y me ayudan a concentrarme.” Edurne Pasaban, “Catorce veces ocho mil” 

La cita de El Principito y el párrafo precedente nos pueden servir para reflexionar acerca de la importancia, a nivel mental, que tiene para un deportista, el sostener rutinas de preparación. Un aspecto de la fortaleza mental en el deporte es poder mantener el rendimiento bajo presión y en las condiciones más adversas. A la vez se espera que el mismo sea de igual nivel o superior al del entrenamiento. Las rutinas de preparación son un instrumento útil a ese fin ya que promueven que el deportista esté plenamente centrado en la tarea que lo ocupa, en los estímulos significativos del presente, afianzado en su preparación, en sus fortalezas y logros (autoconfianza) y con la gestión óptima de sus emociones. Las rutinas son prácticas que el deportista hace sistemáticamente en uno o algunos espacios (en el entrenamiento, en su preparación para el mismo, en relación a la vestimenta, alimentación y descanso) y que reproduce en la previa a las competencias para tener la sensación de control en un contexto donde prima la incertidumbre. Es su manera determinada de hacer las cosas. (Ejemplos: preparar el bolso de manera singular, comer alimentos específicos, ver un video en particular, repasar las indicaciones del entrenador, estar con personas especiales, hacer determinados ejercicios de respiración o visualización, etc.) El objetivo principal de la rutina es generar familiaridad y confianza en el atleta, que recurra y encuentre las sensaciones específicas que lo hacen dar lo mejor de sí. Las rutinas ayudan a la sensación de control y calma ante un escenario incierto en relación al desenlace de la competencia o evento. 

 Características de las rutinas: 
•Son siempre accesibles para el deportista, ya que siempre están a su disposición, donde quiera que vaya.
•Son un hábito adquirido, tienen una impronta singular. 
•Regulan la activación para que quien las realiza encuentre el nivel energético ideal para optimizar su accionar. 
•Ayudan al deportista a enfocarse en lo significativo. 
•Dan sensación de control y tranquilidad. 
Son independientes del resultado que se obtenga (no se cambian aunque no se logre el objetivo buscado) 

 Al desarrollar su rutina, el deportista paulatinamente va cerrando ventanas, evita distractores y se focaliza en lo relevante de la tarea por venir. La serie de acciones que componen una rutina hace que el atleta esté ocupado sin dar tiempo extra al pensamiento, que la mente no divague en el pasado que podría repetirse o vaticinando un futuro incierto. En la previa a las competencias, la ansiedad competitiva puede ocasionar en el deportista una distorsión en su percepción del paso del tiempo. Son frecuentes las sensaciones de que no hay tiempo para nada, que los sucesos pasan vertiginosamente o todo lo contrario, que los minutos son eternos y el tiempo se dilata al modo de los relojes de Dalí. Una de las tareas del psicólogo deportivo es colaborar con el deportista para que desmenuce e identifique las acciones que le han servido para estar en armonía y llevar su actuación al límite de sus posibilidades.