“Errare humanum est, Perseverare diabolicum”
(Errar es
humano, caer en el mismo error diabólico)
(Lucio
Anneo Séneca)
Se trata de la
final del Torneo de Tenis de Queens. David Nalbandian (39) iba un set arriba
contra Marin Cilic (18). Estaban jugando el segundo set, iban 3 iguales,
Nalbandian al saque, y cuando iban 15 – 40, al perder Nalbandian el punto y por ende su
saque, reacciona como se ve en el video.
Recorté esta
situación para ejemplificar la inadecuada descarga de la tensión, que puede
darse tanto en el deporte de iniciación como, en este caso, en el ámbito del
deporte profesional cuando no se trabajan los aspectos psicológicos en forma
metódica y constante.
La agonística del deporte tiene dos aspectos, la
descarga de agresión y la rivalidad. En relación al primer aspecto, al jugar un
partido o participar en una competencia se descarga tensión a la vez que las
tendencias a dominar, apropiarse y destruir ven posibilitada su realización
dentro del marco de las reglas de juego de cada deporte y del objetivo del
mismo.
En esos
avatares, sentir o tener presión es algo habitual en los deportistas y más aún
en aquellos que se dedican al alto rendimiento. La diferencia fundamental está
en qué pueden hacer unos y otros con ella.
La presión
puede experimentarse tanto a nivel psíquico como en el plano motor. En lo
psíquico se presenta como exceso de carga, intimidación u obstáculo mayúsculo a
superar. Mientras que en lo motor se observan contracciones involuntarias
permanentes de los músculos de una parte del cuerpo que provocan la aparición
sistemática de errores, torpezas, fallas de cálculo, en el timing y pueden
influir en la aparición de lesiones.
En otra oportunidad (*) hablamos
sobre el significado de las respuestas de enojo, como el modo que encuentran
los deportistas para sobrellevar mejor los nervios de la competencia y sentir
que controlan la situación. Entre el miedo y el enojo, prefieren quedarse con
éste último porque sienten que les da la chance de “cierto manejo”. Podemos
agregar que cuando estas respuestas no son cortadas de raíz, cuando aparecen
una y otra vez, si no se les muestra al jugador que es sólo UNA de las respuestas
posibles, y no LA RESPUESTA
y que además es inadecuada, aumentan su intensidad y se transforman en patrones de conducta, en
hábitos que con el correr del tiempo son muy difíciles de modificar.
¿Qué
puede hacer el psicólogo deportivo ante estas situaciones?
- Señalar que esa respuesta de
enojo es una de las tantas posibles y que por lo general es improcedente.
- Familiarizar a los deportistas
con los sentimientos que pueden surgir a lo largo de la competencia, que
algunos favorecen su rendimiento y otros lo obstaculizan.
- Trabajar en la diferenciación de
los aspectos controlables e incontrolables de toda competencia. Incentivar a
los atletas a focalizar toda su energía en lo que se puede controlar (sus
pensamientos, su diálogo interior, su actitud, seguir un patrón de juego
preestablecido, etc.)
- Habituar al atleta en que la
presión siempre estará presente en toda competencia, identificar qué escenas lo
vuelven vulnerable y luego desarrollar un abanico de técnicas que le permitan
desempeñarse al máximo en esas condiciones.
Por ello es
ideal que el psicólogo integre el cuerpo técnico y trabaje in situ con los
deportistas, “en cancha” para poder intervenir en el “aquí y ahora”, cuando
estos desajustes ocurren. El objetivo de este proceso es la incorporación de
habilidades psicológicas por parte del atleta para que mejore o mantenga su
rendimiento como así también su calidad de vida.
Para finalizar
y retomando el epígrafe, incrementar el entrenamiento técnico-físico para superar
respuestas emocionales desacertadas es sólo perseverar en el error.
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