"No me siento una top ten"
La tenista italiana Sara Errani se ha convertido en la
revelación de Roland Garros 2012 al clasificarse Campeona de Dobles junto a
Roberta Vinci y Subcampeona de Singles tras perder con María Sharapova. Sus
recientes declaraciones al respecto fueron: “no creía demasiado en que podía
ganar a las mejores”, “no me siento una top ten. Pero lo soy y se hace raro”,
“me sorprendió que tanta gente me animase”, “quiero pensar que no es normal que
llegue a las finales de un Gran Slam”.
Hace unos meses Paula Ormaechea, compatriota nuestra, nos
sorprendía en el Abierto de Australia sorteando la etapa de clasificación y
luego ganando en primera ronda contra la 50 del mundo. En esa oportunidad le
preguntaron acerca de sus ídolos y nombró a las hermanas Williams, que ella se
formó admirándolas en especial a Serena. Ante la posibilidad de jugar contra
ella contestó: “Creo que le daría la mano y me voy. No me imagino en una cancha
con ella”. Paula tiene 19 años y era su debut en un Grand Slam.
Salvando las distancias entre ambas, se trata de dos
tenistas que están insertándose en lugares de mayores exigencias y se están
enfrentando con sus ídolos. Tienen que
familiarizarse con estas nuevas instancias de competición. Pero este tipo de
frases a veces habitan en la cabeza de deportistas avezados (de cualquier
disciplina), que ya pasaron las instancias del debut. Cabe preguntarse qué pasa
con ellos que siempre “tropiezan con la misma piedra”, en este caso, tropiezan con
determinados jugadores a quienes sistemáticamente no pueden vencer, con quienes
no pueden desarrollar todo su potencial.
Toda competencia tiene un componente agonístico que se
relaciona con la lucha con el rival.
Desde el psicoanálisis podríamos pensar que en tanto y en
cuanto el rival ocupe un lugar de semejante, estos deportistas pueden con él,
mientras que se les complica cuando el adversario es un ídolo y ocupa en la
psiquis del jugador un lugar vinculado a la figura paterna. Crecer, alcanzar la madurez (aún en el
deporte) implica ocupar el lugar del padre, y éste es un acto agresivo. De ahí
la lucha generacional típica de la adolescencia. Podemos conjeturar entonces
que algo se les juega con la culpa y el temor a las consecuencias de vencer al
padre, de destronarlos y hacerles perder
su lugar. En la jerga deportiva popular es conocida la frase “los tenemos de
hijos” propias de equipos que ostentan
supremacía sobre otros.
Por eso es una tarea del entrenador y del psicólogo
indagar acerca del significado que el deportista o equipo le atribuye a cada
rival. El entrenador orquestará los recursos en aras del buen desempeño en
función de las características del oponente. Y al psicólogo le cabe despejar
qué encarna ese rival en el psiquismo del atleta, a qué figura significativa de
su historia puede remitir.
(Artículo publicado en Luján Dep en junio de 2012)
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